El hombre que revolucionó el sur: John Heisman – Parte 2

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Jugador, coach, periodista deportivo… ¡Una leyenda! ¡John W. Heisman es uno de los pilares del football tal y como lo conocemos!

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John W. Heisman, uno de los pilares del football. | Artwork ©Ted Watts

Si había un lugar adecuado para el legado de John Heisman, era en lo más profundo del sur. En aquel lugar donde, los que sobrevivieron a la Guerra Civil, aún guardaban cierto resquemor a sus “paisanos” del norte. Tan fuerte era el resentimiento que, abolida la esclavitud, aún conservaban ciertas políticas segregacionistas; sin embargo, esa es otra historia que merece contarse aparte.

Una nueva etapa: Georgia Tech

Cuando John Heisman aterrizó en el Instituto Tecnológico de Georgia (o Georgia Tech), no fue producto de la casualidad. Los miembros de la rectoría le tenían el ojo puesto después de que Clemson los enterrara en el emparrillado por un humilde marcador de 73-0 (permítanme redundar en el tema, ese tipo de marcadores son muy comunes a nivel universitario, aún hoy día).

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Coach Heisman, Coach Bill Fetzer y el referee Elcock en 1917 en Georgia Tech. | (Fuente desconocida)

La oferta que hicieron los de Georgia Tech era mucho más jugosa que Clemson ofrecía. Y el cambio de aires no le vendría mal después de que contrajo matrimonio con una viuda miembro del grupo de actuación en Auburn. Si había un lugar donde evolucionar, esa era la ciudad de Atlanta, sede de la Coca-Cola y la ciudad más importante del sur confederado. La suerte estaba echada: Heisman se decantó por los Yellow Jackets (también conocidos como el Golden Tornado).

Malos tiempos para el football

Pero las cosas no eran del todo sencillas: la reputación del deporte estaba en entredicho. No existía aún un organismo regulador que vigilara los destinos del football, la violencia en el deporte era una constante cada fin de semana de temporada (1904 se reporta como el año en que más decesos se registraron) y las políticas de reclutamiento de jugadores simplemente eran inexistentes, por no decir anárquicas.  Ni la creación de la NCAA calmarían las aguas. La llegada de John Heisman a Atlanta coincidió en ese contexto de tiempos turbulentos. Pero nadie se imaginó que su estancia en Georgia Tech, no solo iba a ser próspera, sino también extensa. Aparte de abarcar los otros equipos principales de varsity: el baloncesto y el beisbol.

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El backfield de Georgia Tech: Everett Strupper, Judy Harlan, Joe Guyon y Albert Hill. | ©Georgia Tech Library

El efecto de Heisman fue inmediato. Y, si no fuera por una derrota ante Auburn y un empate ante Clemson, el ex-equipo del coach (considérese una pequeña revancha) y la apabullante temporada de Vanderbilt, se podrían haber llevado la SIAA en aquel 1904. Al año siguiente, hubo una significante mejoría pero Vandy se les volvió a interponer en el camino al título de la conferencia. Pero no todo fue miel sobre hojuelas, ya que los años siguientes fueron complicados para los Ingenieros. Época que coincidió con la actual configuración de puntuación y la legalización del pase adelantado detrás de la línea de scrimmage. Esto último sirvió a Heisman para experimentar con sus hombres del backfield en la formación single shift, algo que quizás hoy día veamos en la formación wildcat o cualquier jugada especial en la que el ovoide se le entrega directamente a cualquier back (corredor o receptor) que no sea el quarterback en una suerte de optativa.

Durante esa época de transiciones, el equipo de Heisman no cargó con títulos de conferencia en 10 temporadas. Apenas logrando el subcampeonato de la conferencia en 1905, y logrando un porcentaje de efectividad del .711. 

Y John comenzó a brillar

Fue a partir del 14 de noviembre 1914, cuando el proyecto de Heisman obtuvo sus primeros frutos. Con la victoria contra su archirrival, los Georgia Bulldogs por 7-0 en el Grant Field (inaugurado el año anterior). A partir de ahí, los ingenieros lograron encadenar 33 partidos sin derrota producto de 31 victorias y 2 empates (18 victorias en forma consecutiva entre 1916 y 1918), racha que concluyó el 23 de noviembre de 1918 en el Forbes Field cuando fueron barridos por las Panteras de Pittsburgh 32-0. En ese periodo, Georgia Tech se colgó de 3 títulos de conferencia, el campeonato nacional en 1917, dejaron en cero a sus rivales en 23 ocasiones;  11 veces anotaron más de 50 puntos en un partido, 4 de ellas superando los 100 incluyendo la muy citada barrida a Cumberland 222-0 en 1916 («222-0: ¿El partido del siglo?»). Los únicos pecados fueron un empate a 0 contra Georgia en 1915 y un sorpresivo 7-7 en contra de Washington & Lee al año siguiente. A la larga, esos dos empates terminaron marginándolos del campeonato nacional que quedaría en manos de Pittsburgh, el equipo de Pop Warner, en esos años (compartidos con Cornell y Army). Irónico resulta que fueran los Panthers quienes les pusieron los pies sobre la tierra.

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Imagen del marcador del histórico partido contra Cumberland. | ©College Football HoF

Lo cierto es que el título nacional de 1917 sirvió para que la prensa especializada volteara hacia el sur por primera vez. No solo la prensa, sino los rivales del noreste y las universidades del medio oeste que luego integraron el Big 10. Aparte de ser la primera universidad del sur en conseguir un título nacional, la prensa reconoció a dos de sus jugadores al integrarlos al equipo All-American: el HB Everett Stupper y al capitán Walter Carpenter. 

¡Por primera vez en años se sentía un peligro latente en el sur y no fue precisamente el ejercito confederado! Los únicos osados que se atrevieron a cruzar la línea Mason-Dixon fueron los Cuaqueros de Penn (el alma mater de John). Recibieron tal maltratada que regresaron por donde vinieron (41-0 en el Grant Field un 6 de octubre de 1917).

Sin embargo, el éxito de Mr. Heisman con los del Tec de Georgia finzalizó de una manera tan absurda y extraña que, aunque no llego a tragedia shakesperiana a la que John estaba acostumbrado ensayar, tuvo sus tintes de culebrón. No se relatan muchos detalles acerca del episodio, pero al parecer  a la Sra. Heisman (Evelyn Barksdale, una viuda con un hijo de nombre Carlisle y un perro poodle de nombre Woo al que Heisman adoraba convidarle helados)  ya no le hacían gracia las francachelas deportivas de John por lo que la pareja decidió poner distancia de por medio y sin tanto escándalo, para evitar los cotilleos entre la gente del sur conservador. 

Vuelta a los orígenes: Penn State University

A final de cuentas, la relación de Heisman con Georgia Tech y la señora Barksdale concluirían en 1919, tiempo perfecto para regresar al alma mater para regresar a la Universidad de Pennsylvania para entrenar a sus Quakers pero parece que la energía de John se quedó en Atlanta: su estadía en UPenn apenas fue regular con un modesto .607 de porcentaje en tres temporadas, nada mal pero quizás no para un coach acostumbrado a ganar y arrasar. Y es que en el vestidor de Penn, los pupilos sentían que sus discursos shakespirianos ya estaban completamente pasados de moda.

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Heisman habla a través de un megáfono durante el entrenamiento a Penn, 1920. | ©University Archives and Records Center

Su carrera parecía ir en franco descenso aunque tuvo una temporada brillante en el Washington & Jefferson College en Pennsylvania (actual miembro de la Presidents Athletic Conference  en la División III de la NCAA). Heisman terminaría sus días como coach en la Rice University en Houston, Texas. Donde no pudo lograr una temporada arriba de .500 en las tres que dirigió a los Buhos; en su última temporada, Rice cosechó una marca de 2-6-1. Injusta despedida para un genio.

El nacimiento del Heisman Trophy

Pero una mente inquieta tiene que estar en movimiento constantemente, y fue lo que Heisman se dispuso a hacer después del fracaso con Rice. Después de contraer segundas nupcias, emigró a la Ciudad de Nueva York. Donde encontraría acomodo como columnista deportivo en la Revista Collier, además de ser nombrado director del New York City Downtown Athletic Club. Fue aquí donde Heisman consideró oportuno premiar anualmente al mejor jugador de football universitario.

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Heisman Trophy, el reconocimiento al mejor jugador de college del año. | ©CBS Sports

La responsabilidad del primer premio (que aún no tenía el nombre de su creador) al mejor jugador universitario recayó en Jay Berwanger, half-back de la Universidad de Chicago que también fue reconocido como la primera selección global del primer draft organizado por la NFL. Berwanger, quien fue seleccionado por las Aguilas de Philadelphia, consideró no hacer carrera profesional, por lo que nunca jugó un solo down en la liga. Pero esa es otra historia que merece ser contada, igual que otras que se llevaron el trofeo, que pasaron tanto por la gloria que por la tragedia. Lo que es un hecho es que ser merecedor de dicho galardón no garantiza el éxito.

Veinte días después de su cumpleaños 67, un 10 de octubre de 1936 en la Ciudad de Nueva York, John William Heisman perdería su último encuentro debido a una neumonía mal atendida.

En honor de su creador, el NYCDAC decide bautizar el premio al mejor jugador con su nombre dos meses después de su partida.


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